El teatro, además de ser un arte, es una pasión incontrolable. Una pasión de personas que no resisten la tentación de expresar sus emociones y sus pensamientos a través de un escenario. En el caso personal de Luis Enrique Osorio Morales, esa pasión, también estuvo dirigida a retratar a su país. A demostrar que los dichos, las costumbres y la gente de Colombia eran un tema que valía la pena tener en cuenta.
Sin dejar atrás el alto contenido nacionalista de las obras, el autor también estaba experimentando con lo que entonces fueron nuevas formas de expresión. Diálogos naturales y creíbles, acentos foráneos solo para los personajes extranjeros y una actuación sin excesos ni manerismos.
Su formula tuvo un éxito sin precedentes durante la década de 1940. Se ganó la aceptación del público en todos los rincones del país. El siempre sintió que había aportado su grano de arena a la formación de una cultura propia. Es un gran logro… en un país donde la identidad es un tema tan escurridizo.